06 de Febrero 2015
Tolerancia cero contra la mutilación genital femenina
La mutilación se lleva a cabo de forma bastante generalizada en 28
países de África, siendo común en Oriente Medio (Egipto, Omán, Yemen o
Emiratos Árabes) y en comunidades musulmanas de Sri Lanka, Indonesia,
Malasia y la secta Daudi Bohra de la India. En Aragón, las etnias
practicantes más significativas son la Sarajole, Fulbé, Soninke,
Mandinga, Bámbara, Dogon, Edos, Awusa y Fante.
Aunque el Estado acaba de elaborar un protocolo de actuación, Aragón
cuenta con uno mucho más completo desde 2011, aunque tres años después
se sigue implementando, cuando fue pionera en abordar este problema. Y
es que la Comunidad lo hace conjugando el trabajo entre el sistema
educativo, el sanitario y los servicios sociales con un sistema de
alertas coordinado cuando se ve peligro de que esto pueda llevarse a
cabo, para lo que se forma a los profesionales. Eso sí, la mejora del
protocolo estatal viene de la mano de que podrá comenzar a haber una
contabilización de casos abordados.
Además, mediadoras interculturales y organizaciones como Médicos del
Mundo Aragón, que reclama que el Gobierno de Aragón preste más atención
al protocolo a través de su coordinadora de Inclusión Social, Julia
Moreno, trabajan en el terreno desde quien conoce sus culturas y
entiende la situación. La clave está en conocer a las mujeres de las
etnias potenciales de hacerlo, porque si están mutiladas puede que se lo
hagan a sus hijas. También si, aunque ellas no lo estén, sus maridos
proceden de etnias que sí la practiquen.
Imagen de un taller en Huesca
No hay confirmación de que en la capital, Zaragoza, haya lo que se
llaman “mutiladoras”, mujeres que realizan las ablaciones de manera
clandestina, y la lucha contra ello se centra en la prevención a través
de la detección de situaciones de riesgo cuando viajan a sus países.
De este modo, el protocolo aragonés (lo que ha copiado el español)
incluye la firma voluntaria por parte de los padres de un documento que
recibe el nombre de “compromiso preventivo”. Con éste se comprometen a
no realizar ningún daño a la niña y a que a su vuelta del viaje se le
realice una revisión para constatar que no se ha practicado. Esto
fortalecerá a los padres en su país de origen, cuando reciban presiones
del entorno familiar. Y es que la mayor parte de los inmigrantes envían
dinero para el sostenimiento de sus familias en sus lugares de
nacimiento y ponerlo en peligro avisando de que cuando vuelvan pueden ir
a la cárcel es una herramienta muy útil para los padres que ya han sido
convencidos en los talleres explicativos de Médicos del Mundo de las
consecuencias de la mutilación.
Esa formación que se hace con los padres comienza con las mujeres.
Una mediadora intercultural acude al hospital cada vez que una mujer
mutilada o de una etnia en riesgo da a luz. Un momento en el que con
mucho respeto se les ofrece información y se intenta conseguir algún
contacto para que después acudan a los talleres. Las mujeres son las
primeras que son alertadas de los riesgos y después se trata con los
hombres, un modo de reforzar dado que la cultura africana sigue siendo
machista y “si un hombre es convencido, se gana mucho”, señala la
mediadora togolesa Edwige Wella, que trabaja en esta área desde hace
cuatro años y que se introdujo en esta labor al darse cuenta ella misma
del daño en la salud que provoca esta práctica, que dice, tiene que ser
erradicada de la tradición cultural por sus consecuencias. “Nunca había
pensado que era un problema, porque nunca había recibido información de
que esta práctica es terrible para la mujer. Pensaba que era algo
cultural y por tanto positivo, pero no todas las prácticas culturales
son buenas para la salud de las personas. Hay que ir eliminando todas
las costumbres que no son saludables”, sentencia.
Cartel de un documental contra la mutilación
Lo importante, asegura Edwige, es incidir en que ponen en peligro a
sus hijas si lo hacen y eso pasa porque entiendan que los propios
problemas que presentan ellas en su salud y en su vida sexual están
relacionados con que están mutiladas. Cuando se dan cuenta ponen en
cuestión que esa tradición cultural sea positiva, lo que creían hasta
entonces, y reflexionan sobre ello.
La familia tiene que abandonar esta idea por convencimiento propio y
el trabajo de las mediadoras ya ha comenzado a dar sus frutos, puesto
que ha fomentado el boca a boca entre las mujeres africanas que no
hablaban de sus problemas generados por la mutilación al ser todo lo
relacionado con el sexo un tabú. Por ello, contar con activistas
africanas es muy importante para introducirse en su ámbito.
Un caso juzgado en Teruel
A partir de los años 80 muchas leyes prohibieron la mutilación
incluso en los países de origen, otra cosa es que no se cumplan. El
marco legal de la mutilación femenina en España habla de que esta
intervención es considerada un delito de lesiones en el Articulo 149.2
del Código Penal, aunque la operación haya sido realizada fuera del país
(por ejemplo en Gambia, Malí, Senegal, etc.), según modificación de la
LOPJ 3/2005.
La pena de prisión es de 6 a 12 años para los padres, la retirada de
la patria potestad y la posibilidad de ingreso de la niña en un centro
de Protección de Menores.
Ejemplo de ello es la condena que en 2011 impuso la Audiencia Provincial de Teruel y
que ratificó el Tribunal Supremo en 2012. “La ablación del clítoris no
es cultura. Es mutilación y discriminación femenina”. De esta forma tan
tajante y clara se expresó el Tribunal Supremo en el rechazo a un
recurso que interpusieron unos padres residentes en Teruel que hicieron
una ablación a su hija de ocho meses.
La sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Teruel condenó al
padre, Mamadou Darme, a seis años de prisión y a la madre, Nyuma
Sillah, a dos años. Éstos alegaron que la ablación genital se la habían
practicado en Gambia. También explicaron que la mutilación “es una
práctica ancestral de más de 3.000 años en su país que no busca
menoscabar la integridad física de las mujeres sino cumplir con una
costumbre que facilita la integración de la niña en su comunidad”.
En dicho fallo, los magistrados turolenses declararon “evidente” que
para la sociedad española la ablación del clítoris supone una de las
prácticas más detestables que puede realizar una sociedad contra sus
niñas, pues va en contra de la dignidad de las mujeres y de sus derechos
como persona.
Edwige Wella es trabajadora social
Algo que recalcaron desde el Supremo, añadiendo que la cultura “tiene
como límite infranqueable el respeto a los derechos humanos”, si bien
reconoce que un factor que define ahora a la sociedad española “es su
alto grado de interculturalidad de las personas que "inician un viaje
desde la desesperanza hasta la esperanza”. Asimismo, aseguraron que el
padre de la menor sabía que España “no se puede hacer” la ablación
porque estaba integrado en España desde hace diez años.
Tipos de mutilación
La Organización Mundial de Salud clasifica la mutilación genital
femenina en cuatro tipos principales. El uno recibe el nombre de
clitoridectomía y consiste en la resección parcial o total del clítoris
y, en casos muy infrecuentes, sólo del prepucio.
El dos es la escisión, una resección parcial o total del clítoris y
los labios menores, con o sin escisión de los labios mayores. Estos,
explica Edwige, se dan en las mujeres subsaharianas, que normalmente
tienen anemia, retención de orina, infecciones, esterilidad o sequedad
vaginal, entre otras dolencias.
El tipo tres es la infibulación. Esta práctica es la peor, y se
realiza en Yemen, Somalia o Egipto. Consiste en extirpar el clítoris,
los labios mayores y menores y se cose la apertura dejando sólo un
agujero. Esto lleva a muchas mujeres a morir en el parto y es el que más
muertes causa porque la expulsión del bebé tarda más de la cuenta y hay
que volver a abrir a la mujer, lo que provoca complicaciones.
El último de los tipos se refiere a un amplio abanico de prácticas
variadas e inclasificables. Son todos los demás procedimientos lesivos
de los genitales externos con fines no médicos, tales como la
perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona genital.
Consecuencias
Las personas que realizan las intervenciones del rito de la ablación
en los países de origen no tienen conocimientos de cirugía, los
instrumentos que se utilizan no están esterilizados y se realizan sin
anestesia, por ello pueden existir complicaciones y consecuencias
inmediatas a corto plazo como dolor intenso, hemorragias, infecciones,
lesiones de órganos como la uretra, la vagina, el perineo o el recto, y,
en algunos casos, dependiendo de la resistencia que oponga la niña
hasta fracturas.
Bai es otra de las mediadoras
A medio plazo, las anemias son severas provocadas por las hemorragias
unidas a la malnutrición. También pueden aparecer otras complicaciones
como la infección pélvica, menstruaciones dolorosas y formación de
cicatrices queloides.
A largo plazo, las consecuencias pueden consistir en complicaciones
en el ámbito psicológico como depresión, terrores nocturnos o miedo,
confusión y sentimientos de contradicción, miedo al rechazo de su gente,
miedo a las primeras relaciones sexuales o al parto, además de darse un
sentimiento de culpa en las madres de las niñas mutiladas.
Existen pocas investigaciones sobre los efectos psicológicos, pero
los relatos de mujeres refieren ansiedad antes y terror durante el
proceso. Se han asociado desórdenes mentales y psicomáticos,
alteraciones del apetito y el sueño, pesadillas, ataques de pánico y
dificultades de concentración y aprendizaje. Al crecer pierden
autoestima, tienen ansiedad crónica, fobias e incluso alteraciones
psicopáticas.
Muchas mujeres padecen sus problemas en silencio, incapaces de
expresar su dolor y su miedo, y la memoria del hecho las acompaña
durante toda su vida.
En el ámbito físico, se dan infecciones vesicales y génito-urinarias
recurrentes, transmisión de infecciones como VIH, hepatitis o tétanos,
dolores menstruales, retención menstrual en la vagina, fístulas,
incontinencia o quistes. Además, aumenta el riesgo en el parto y la
muerte del recién nacido. También hay gran mortalidad de bebés y muchos
necesitan reanimación así como sufrimiento fetal al retenerse en el
canal del parto. Por supuesto, también se da mayor mortalidad materna.
Las de tipo tres sufren también inflamaciones e infecciones
recurrentes al abrir el orificio o descoserlo, esterilidad,
imposibilidad de realizar el coito y dificultades del parto. A veces
hasta se les vuelve a coser después de que dan a luz.
En el ámbito sexual evidentemente disminuye la sensibilidad, el
deseo, provoca fobia al coito, dolor, vaginismo, anorgasmia, miedo y
rechazo.
Aunque parezca sorprendente, los hombres también tienen afecciones
por ello. Están menos documentadas pero se han descrito problemas de
alcoholismo y abuso de drogas secundarios a la imposibilidad de realizar
el coito, impotencia por miedo a causar dolor con la penetración,
búsqueda de placer fuera de la pareja con riesgo de contraer
enfermedades y hasta depresión.
Fuente: Aragón Digital URL relacionado: http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=129036
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