Alemania necesita mano de obra extranjera para mantener su nivel de vida. Y esta urgencia por cubrir los huecos que deja una sociedad cada día más envejecida
se agravará en los próximos años. Hasta aquí, el diagnóstico de
socialdemócratas y democristianos coincide. Pero la distinta respuesta
que ambos dan a este asunto vital para el futuro del país se ha
convertido en el último campo de batalla de la gran coalición
gobernante.
Hace tiempo que el Partido Socialdemócrata (SPD) reclama la necesidad
de una ley migratoria. Pero la polémica estalló el martes con la
presentación de un documento del líder parlamentario del SPD, Thomas
Oppermann, de solo siete páginas, pero cargado de contenido: en él
propone un sistema de puntos, análogo al canadiense, para fomentar la
llegada a Alemania de trabajadores cualificados de fuera de la Unión
Europea. Las críticas de sus compañeros de Gobierno —los democristianos
de Angela Merkel y sus hermanos socialcristianos bávaros— han sido
inmediatas. “El SPD puede dedicarse a sus asuntos, pero en el acuerdo de
coalición que firmamos no hay nada de esto”, dijo rotundo Volker
Kauder, líder parlamentario de la Unión Cristianodemócrata (CDU).
“Todavía tengo que formarme una opinión al respecto”, se limitó a
responder la canciller Merkel.
El sistema que propone el SPD fijaría unas cuotas de mano de obra
necesaria por sectores y concedería permisos de trabajo según unos
puntos otorgados en función de criterios como la cualificación, la edad,
el conocimiento de idiomas o la experiencia del aspirante. “Esta norma
debería beneficiar sobre todo a los trabajadores con titulaciones
medias, que son los que hoy tienen más difícil emigrar a Alemania. En
cambio, con la norma actual, un inmigrante altamente cualificado tiene
más fácil trabajar en Alemania que en Canadá”, asegura Thomas Liebig,
experto en migraciones de la OCDE.
Bajo esta polémica late una profunda división en el seno de los grandes partidos
y, según fuentes conocedoras de las negociaciones de estos días, un
cierto desconcierto tanto en las filas democristianas como en las
socialdemócratas. Los expertos coinciden en que el boom
migratorio ha cimentado la fortaleza económica de Alemania, que el año
pasado volvió a quedar en segundo lugar, tras EE UU, en la lista de
países preferidos por los extranjeros. 2013 se cerró con un saldo
migratorio récord en más de dos décadas, nivel que, según los datos aún
no definitivos, 2014 volverá a superar. El saldo neto —entradas menos
salidas— del año pasado rondará los 470.000. El Gobierno estima que
Alemania va a necesitar hasta 2030 un mínimo de 300.000 trabajadores
extranjeros al año, además de incorporar al mercado laboral a más
mujeres y mayores. En caso contrario, en 15 años habría siete millones
menos de ocupados de los que hay hoy.
El país necesitará 300.000 trabajadores extranjeros al año hasta 2030
Frente a los que piden más mano de obra para alimentar la locomotora alemana, están los que temen una entrada masiva de trabajadores con cualificaciones intermedias.
Según estos críticos, la llegada de profesionales técnicos que ahora no
lo tienen fácil para emigrar traería un deterioro de las condiciones
laborales de los nacionales. Estos argumentos se oyen tanto entre los
conservadores como en los sindicatos y en ciertos sectores del SPD.