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08 de Abril 2015
Concepción Aldama: "La infracción delictiva es la punta del iceberg de todo un recorrido de carencias"
Los casos que reciben los dos juzgados de Menores de Zaragoza han
disminuido en los últimos meses, pero su gravedad es mayor y, entre sus
protagonistas, se ha registrado un incremento de las bandas latinas.
Concepción Aldama es una de las jueces de Menores de la capital
aragonesa.
Esta juez considera que, en la actualidad, existen diversos factores
que dificultan la educación de los hijos respecto a décadas anteriores
lo que, en algunas ocasiones, llega a provocar conductas violentas en
ellos. Para Aldama, en buena parte de los casos se observan una serie de
carencias que desembocan en la comisión de un delito. Aldama es firme
defensora de los procesos de mediación para la resolución de conflictos.
Pregunta.- Los dos juzgados de menores de Zaragoza
reciben menos casos que hace unos años, pero la gravedad de los asuntos
es mayor. ¿Qué tipos de asuntos son los más frecuentes? Respuesta.- Los más frecuentes son los delitos
patrimoniales en toda su gama: robos con intimidación, con o sin
instrumento peligroso, robos con fuerza y hurtos. Le siguen los daños,
que en muchas ocasiones van acompañados de los hurtos. Han proliferado,
por ejemplo, las entradas en trasteros porque albergan ahora bienes muy
apetecibles por los menores como son las bicicletas. También patines,
instrumentos musicales… Para entrar en los trasteros acceden por zonas
comunes y fuerzan las puertas. Si están asegurados, la compañía puede
subrogarse y venir a esta jurisdicción a recuperar el reembolso del
objeto robado. Si no, el perjudicado tiene derecho a personarse o a que
el Ministerio Público lo haga por él.
P.- ¿Y qué hay de las agresiones? R.- El tema de las bandas latinas, lastimosamente, ha
sufrido un auge en los últimos tiempos. A la mayor parte de ellos los
conocemos individualmente, tanto por el Grupo de Menores de la Policía
Judicial como por la Fiscalía y el juzgado. Estos se compactan entre
ellos por muchas razones como el sentimiento de pertenencia,
proveniencia de otro país con una cultura diferente, poco control
familiar… Nosotros recuperamos lo que podemos en cuanto a conductas de
los muchachos, muchos de los cuales llegan a privaciones de libertad
importantes. A pesar de ello, mientras siga vigente la banda y su
jerarquía, pueden volver a ser captados y a recaer.
P.- El consumo de drogas, la crisis… ¿Están detrás de estos casos? R.- Sí, siempre hay carencias de base en los menores.
El equipo técnico hace un informe en este sentido, rastreando sus
características personales, socio-familiares, educativas y se ponen de
relieve, en buena parte de los casos, carencias personales unidas a
falta de suficiente control y supervisión familiar, a deterioro del
núcleo familiar, al tema de adicciones y a componentes de salud mental
infanto-juvenil. En el momento en que tropezamos con carencias
profundas, que además se interconexionan entre varios ámbitos, la
recuperación del menor es mucho más difícil porque tenemos que ir más
allá de la punta del iceberg que ha sido, justamente, la infracción
delictiva. Ésta es una manifestación de un recorrido de carencias.
P.- ¿Cuál es el perfil de los jóvenes que protagonizan estos casos? R.- Masculino y de entre 16 y 17 años y medio. Hay un
porcentaje de inmigración importantísimo. En los apoderamientos y robos
con intimidación participan todos, pero el estamento árabe destaca en el
consumo de marihuana, trapicheo con sustancias… Muchos de estos árabes
son nacidos en España, hijos de árabes. En general, el porcentaje de
inmigrantes que hay en el centro de reforma es casi de un 40%. No tienen
un entorno estructurado y tienen que pasar al internamiento para poder
corregir su conducta. Esto es más fácil que se dé en sectores de
inmigración porque el soporte familiar, al tener un desarraigo de su
país y una necesidad de arraigo en el nuestro, ha tenido que adaptarse a
ese cambio y a lo mejor hay mayores carencias en la unidad familiar en
su conjunto. Por ejemplo: familias en las que primero llega la madre y
los hijos quedan educacionalmente en manos de los abuelos allí. La madre
ha enviado remesas de dinero a su país que han permitido darle un
cierto nivel económico pero que traducido al nuestro ha descendido
drásticamente. Así, unas zapatillas Adidas que se compraba allí, por
ejemplo, con el sueldo de la madre, ya no se las puede comprar cuando
viene aquí y hay que reeducarlo para que se acomode a menos bienes o a
un nivel inferior y esto es difícil.
Aldama señala que hay diversos factores que dificultan la educación de los hijos
P.- La Fiscalía de Menores juega un papel primordial en estos asuntos. R.- En Zaragoza hay cuatro fiscales, mujeres, que
investigan y acusan. Su papel es primordial, mucho más que en adultos.
La tendencia es a abordar de forma integral toda la problemática del
conflicto social del menor en su conjunto. Una tendencia que, a su vez,
impulsan los propios fiscales.
P.- La mediación ha permitido reducir de forma importante los casos de menores que llegan a juicio, ¿es importante fomentarla? R.- Muy importante. Es la cultura del acuerdo. La
Jurisdicción de Menores fue la primera en dar carta de naturaleza,
porque así lo posibilita la ley, a muchos acuerdos en esta línea de
conciliación-reparación y se ha llegado a la conclusión de que se podría
aplicar a muchos ámbitos del derecho y entre adultos. Ahora hay toda
una cultura de la mediación y no hay más que ver los cursos de
formación, la especialización de profesionales… Siempre se ha hecho una
mediación por parte de la Abogacía, poniendo de acuerdo a las partes
antes de llegar a un pleito. A base de varias reuniones que cuestan
mucho esfuerzo y tarea personal, se evitan posiciones encontradas y de
cara al futuro eso es muy reeducativo para la sociedad en su conjunto.
P.- ¿Cómo son estos procedimientos de mediación y por qué es importante fomentarlos? R.- Hay un escrito donde el Ministerio Fiscal pone en
conocimiento del Equipo de Medio de Abierto que la infracción cometida,
presuntamente, por el menor no es muy grave, que el menor está en
disposición de acuerdo y que, previsiblemente, la víctima o el
perjudicado también podría estarlo. Se inicia así la posibilidad de
acuerdo y se les da al menor y a los padres el pliego de las
condiciones. Lo indispensable es el reconocimiento de los hechos, el
muchacho tiene que tener voluntad de reparar y comprometerse a pedir
perdón a la víctima. También se le dice que los perjuicios que ha
ocasionado los tiene que revertir con su propio esfuerzo a la comunidad,
aunque no sea a la persona concreta.
Si hay que resarcir económicamente al perjudicado, la ley parte de la
base de que los menores no tienen recursos propios y se establece así
una responsabilidad solidaria con los padres que son quienes pagan a la
víctima. También se conciencia al menor diciéndole que es deudor de sus
padres y se le invita a resarcirles, por ejemplo, con una parte de su
paga o con colaboración en tareas del hogar.
P.- La falta de atención sobre los menores, llenar
el vacío de los padres con regalos o recurriendo a las nuevas
tecnologías ¿puede favorecer las conductas violentas en ellos? R.- Más que violentas, conductas egoístas, insolidarias
que, en un estadio superior, pueden llevar a la violencia. Hay que dar
cancha a las nuevas tecnologías porque si no ellos lo van a hacer por su
cuenta, pero más como un premio a su esfuerzo personal que como un
castigo o como algo a lo que tienen derecho simplemente porque el resto
de sus compañeros o amigos lo tienen. Hacerles partícipes de que al
igual que sus padres se esfuerzan por cubrir los gastos del hogar,
tienen que ganarse ese acceso a las nuevas tecnologías. Es cuestión de
hablarlo y negociar.
Es verdad, por ejemplo, que en procesos de separación o divorcio hay
una cierta tendencia de los padres a llenar esta desatención. Aprenden a
competir y los hijos, a manipular las reacciones de uno y de otro a ver
quién es el que mayor aportación en bienes materiales realiza. En el
caso de padres que trabajan todo el día fuera y dejan a sus hijos al
cuidado de sus abuelos, algo que ha ocurrido con hijos de inmigrantes,
estos rellenan el vacío aportando económicamente bienes y, entre ellos,
los que más demandan son nuevas tecnologías.
La labor de los jueces de menores va mucho más allá del juzgado
P.- En muchas ocasiones los padres que ven conductas
violentas en sus hijos no se atreven a denunciarlas, ¿cuándo se deciden
a hacerlo? R.- Cuando se ven desbordados y muchas veces en
situación límite. No suelen empezar por conductas violentas importantes,
lo normal es que empiecen por agresividad verbal y, a continuación,
agresividad conductual de menor nivel, pero que mide el nivel de
tolerancia de los adultos. Hay que aprender a atajar estas cuanto antes,
que ellos no perciban que consiguen lo que quieren con una reacción
violenta porque si no la volverán a repetir y cada vez con más
intensidad hasta que lo consigan. Hay que evitar también que saquen
ventaja secundaria, es decir, un plus de afecto ante una conducta
insultante. Al contrario, distancia y suscitar la reflexión y la
motivación.
P.- Las situaciones de violencia doméstica ¿se
pueden solucionar, qué es lo primero que debe hacer una familia con
hijos que actúan de forma violenta? R.- Ponerse de acuerdo, seguir una línea común. Acordar
que no consiga del uno lo que no logra del otro y apoyarse mutuamente.
Normalmente la conducta violenta se despliega en presencia de uno de los
progenitores.
P.- ¿Se pueden prevenir las conductas violentas en los menores? R.- Sí, pero reaccionando desde el primer momento,
cuando son muy pequeños. Por ejemplo, si un niño no quiere un plato de
comida, llora y patalea y la madre se lo cambia por otro para no perder
tiempo, el niño ya sabe lo que tiene que hacer: gritar, llorar y berrear
hasta que consigue no comerse el plato que no le gusta. ¿Por qué se
llega a estos estadios? Porque, previsiblemente, el muchacho ha
percibido que haciendo esto, aunque le sepa mal, al final llega a
conseguir lo que quiere. Se le ha tolerado y, al final, se le ha
premiado, justo lo contrario a lo que habría que hacer.
P.- ¿Se puede rehabilitar a los menores que cometen delitos sin privarles de libertad? R.- Sin ninguna duda. Aunque no funcione la línea de
mediación una vez llegado a juicio se puede fijar la medida de libertad
vigilad en la que el menor conserva su propio entorno familiar, social y
educativo. En estos casos, se entiende que hay una buena plataforma de
desarrollo pero que hay algunos desvíos de conducta que poco a poco se
pueden ir corrigiendo. Si hay desescolarización, lo primero que se hace
es pedir que se regularice esa situación. Un educador-tutor se pondrá en
contacto o con la institución sanitaria, escolar… o aquellas que
colaboran en esa problemática específica del menor y, además, se
establece un contacto con los padres para ver si colabora en las tareas
del hogar, cómo se relaciona con sus hermanos, si sigue frecuentando las
amistades de riesgo, etc.
P.- La labor de los jueces de menores va mucho más
allá del juzgado, pues tienen que hacer un seguimiento de aquellos
jóvenes que son condenados, ¿en qué consiste esta labor? R.- La labor del juez es estar siempre atento a
cualquier incidencia que se produzca y a los informes periódicos que se
emiten en las distintas áreas. Suscitar también la reflexión y
motivación al cambio. Además, el juez hace visitas personales al centro
de reforma. Normalmente, se establece una muy buena comunicación cuando
el menor percibe que hay una voluntad de ayuda por parte del juez. Lo
que pretendemos es su recuperación, ya está reprendido, ya ha parado
allí porque se cree que necesita una estructura para, por ejemplo, dejar
la adicción a sustancias, no relacionarse con muchachos que
previsiblemente lo colocarían en gravísimo riesgo social de cometer
nuevos delitos.
La magistrada señala que entre los casos hay un porcentaje de inmigración
Instintivamente conocen quién está por ellos y quiénes no. Se
establece una relación de confianza e incluso algunos se reconocen
autores materiales y llegan a contarte por qué se vieron impulsados a
cometer el delito. Nos ven como una figura que representa a la autoridad
pero que quiere ayudarlos verdaderamente y llega un momento en el que
reflexionan contigo y se les puede motivar para que busquen un mundo
mejor, para ellos, sus padres y su futura familia.
P.- ¿Era más fácil educar a los hijos hace algunas generaciones? R.- Sí. Porque la sociedad era diferente y había muchos
menos factores de diversidad. La educación de padres a hijos sirvió en
su momento y ahora sirve la que hay, siempre con carencias. La
percepción que yo tengo es que antes lo hacían con más facilidad porque
el entorno era más directo, había menos posibilidades de escapar, las
ciudades eran más recogidas e inmediatamente se sabía dónde estaba el
menor, con quién había ido… Por otro lado, había menos factores de
diversidad. A eso hay que añadir que ahora los padres están mucho más
ocupados, o bien trabajando o bien buscando trabajo, y además
deprimidos, en algunos casos. El menor se encuentra así sin la figura de
autoridad.
Además, el sistema de valores de hoy en día es mucho más relativo y
cambiante, antes era más rígido. Fue válido en su momento, a lo mejor
con un exceso de castigo o de represión, pero ahora nos hemos pasado por
el otro extremo y todo se relativiza. Toda esa transmisión de valores
muy relativizados, cuestionados o muy cambiantes, dificulta a los padres
educar a los hijos debidamente. ¿Qué es ahora lo debido? Se lo
cuestionan los propios padres, pero en algunos casos no son siquiera
capaces de llegar a un consenso, que es fundamental. Al final se sienten
incapaces de dar una estructura a todos estos factores y delegan en el
centro escolar que, a su vez, se siente desbordado. Todos estos factores
de diversidad, distorsión, relativización, indudablemente, son
aprovechados por los menores, encima no individualmente sino en grupo.
Todo ello significa que, a día de hoy, es más difícil educarlos, sin
duda.
P.- ¿Le parece que los padres, con carácter general, han perdido cierta autoridad sobre sus hijos? R.- Sí, por falta de posicionamiento común, les falta
hablar entre ellos. Cuando intentamos recuperar a los menores en
libertad vigilada nos damos cuenta de que, educacionalmente, hay que
corregirlos ahora en un estadio muy tardío porque, previamente, la tarea
no está bien hecha. En esa posición son los padres quienes necesitarían
una reeducación. Por ejemplo, mediante escuelas de padres paralelas en
los colegios donde se les enseñaran habilidades para saber cómo
reconducir las conductas de sus hijos demasiado exigentes o inapropiadas
en un determinado momento o asociales, etc.
Fuente: Aragón Digital URL relacionado: http://www.aragondigital.es/noticia.asp?notid=131220
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