19 de Abril 2015
700 inmigrantes desaparecidos tras hundirse su barco en aguas libias
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Hace falta un número grande y redondo, ¿400, 500, 600…?, imposible de
soslayar entre las noticias de corrupción y los goles de la jornada,
para que las autoridades no tengan más remedio que sentirse aludidas y,
ahora sí, de verdad, anuncien un plan conjunto, coordinado, capaz o casi
de frenar la muerte de personas —inmigrantes solo son durante un
periodo de su vida y porque no tienen más remedio— en el Mediterráneo. Pero la tragedia que ayer despertó a Europa
—un viejo barco ocupado por unos 700 africanos vuelca frente a las
costas de Libia y solo es posible salvar a 28 y recuperar 24 cadáveres—
es un eslabón más de una larga cadena de sufrimientos: un millar de
muertos en los últimos días, 3.200 entre hombres, mujeres y niños
durante el pasado año; cientos de ataúdes —muchos de ellos blancos—
colocados en un hangar del aeropuerto de Lampedusa en octubre de 2013. A
la espera de que las viejas promesas se conviertan en realidad, los
cementerios del sur de Italia siguen llenándose de tumbas sin nombre.
El terror al mar —muchos de los que huyen de la miseria o guerra en
África no saben nadar—, las penurias dejadas atrás y la aparente
cercanía de la salvación se convirtieron en una aleación mortal. En la
medianoche entre el sábado y el domingo, cuando se encontraban a 70
millas de Libia, a 112 de Malta y a 130 de la isla italiana de
Lampedusa, los ocupantes de un pesquero viejo y destartalado como los
que suelen utilizar los traficantes de hombres vieron acercarse un
barco. Se trataba del carguero King Jacob, de bandera
portuguesa, que había sido enviado a la zona por el Centro Nacional de
Socorro de la Guardia Costera italiana. Instintivamente, los inmigrantes
se abalanzaron hacia un lado para pedir ayuda y el pesquero volcó. Ni
los esfuerzos de la tripulación del carguero ni las numerosas
embarcaciones de socorro enviadas a la zona por la guardia costera
italiana y por el Gobierno de Malta pudieron hacer más que salvar a 28
personas e izar del agua los cadáveres de otras 24. A pesar de lo cálido
de las aguas en esa zona, que mantuvo durante toda la jornada la
esperanza de encontrar a más supervivientes, el primer ministro
italiano, Matteo Renzi, confirmó a media tarde que los esfuerzos habían
resultado inútiles: “La reconstrucción de los hechos es todavía
nebulosa. No podemos precisar aún el número de fallecidos, pero al
tratarse de vidas humanas, una ya es mucho. No podemos hacer
estadísticas, ni polémicas absurdas, con una desgracia así”.
Italia movilizó para el rastreo 12 embarcaciones, tres helicópteros y un avión.
Al contrario que en otros naufragios acaecidos en el canal de
Sicilia, en los que la ausencia de testigos deja para siempre en la duda
la magnitud de la tragedia, la presencia cercana del carguero portugués
y el testimonio de los supervivientes provocó que, desde un primer
momento, tanto las autoridades italianas como las organizaciones de
ayuda humanitaria admitiesen que, con mucha probabilidad, la cifra de
desaparecidos podría alcanzar los 700. Carlotta Sami, la portavoz de
ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados) en Italia, advirtió de
que, si se confirma esa cifra, “se trataría de la mayor tragedia vivida
en el Mediterráneo, una auténtica hecatombe”.
El naufragio se produce además apenas unos días después de otro muy similar. El pasado martes, la organización Save the Children alertó de la desaparición de 400 personas
que viajaban en una embarcación parecida, según aseguraron los
supervivientes. Como advierte la agencia europea de control de fronteras
externas (Frontex), la travesía de inmigrantes hacia Europa se disparará con el buen tiempo en el Mediterráneo
—como ya se ha visto en las primeras semanas de abril y como ya sucedió
en 2014— y se aventuran “incrementos importantes que generarán sin
ninguna duda un cúmulo de situaciones preocupantes”.
El primer ministro Renzi informó de que los 24 cadáveres serán
trasladados a Malta. Como sucede en cada naufragio —aquellos cientos de
ataúdes sin nombres en el hangar de Lampedusa— será muy difícil también
ahora conocer la identidad, el origen y el número exacto de los
inmigrantes que, sobre la medianoche del domingo, se hundieron a pocas
brazas del King Jacob. Desde la plaza de San Pedro, el papa
Francisco trazó un perfil en su honor, un alegato contra la
indiferencia: “Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan
una vida mejor; hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas
de guerras… Hombres y mujeres como nosotros. Buscaban la felicidad”.
Fuente: El País URL relacionado: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/19/actualidad/1429431225_038632.html
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